sábado, 5 de noviembre de 2022

MÁXIMA LOPEZ PECES, UNA MAESTRA SONSECANA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX. (Texto completo).

Este articulo fue publicado en el Programa de Fiestas de Sonseca en 2022, aunque por falta de espacio se quedó bastante incompleto. A continuación les muestro la versión sin restricciones. 


 A principios del siglo pasado, la mujer podía ejercer pocas profesiones, fuera del ámbito del hogar. Una de ellas era el Magisterio, excepto ser maestras pocos trabajos más podían hacer. Esta es la historia de una sonsecana que dedicó toda su vida a la docencia.

            Máxima era hija de Romualdo López García de Blas de profesión carnicero  y de Cándida Peces-Barba Rodríguez-Malo, nació en Sonseca el 18 de noviembre de 1891 en la calle de la Unión numero 1. A los pocos años se traslada junto con sus padres a Madrid. Tanto a ella como a sus hermanos procuran dar estudios y Máxima destaca por sus calificaciones, uno de ellos  Saturnino López tiene una calle dedicada en Sonseca y llegó a ser Magistrado del tribunal supremo.

            En 1909 entra en la Escuela Central Normal de Maestras, donde permanece 4 años sacando muy buenas notas en todas las asignaturas. Solo unos meses después de terminar sus estudios y por oposición empezó a trabajar en la escuela de niñas de Lominchar (Toledo) con un sueldo de 1000 pesetas al año. En una España rural y con un alto índice de analfabetismo, el maestro/a era el “intelectual del pueblo”, y a través de la docencia, la mujer empezó a erigirse como autoridad cultural. Un primer paso hacia la igualdad.   

            Haciendo un paréntesis en su historia voy a referir una curiosa iniciativa. En 1912 la reina María Victoria Eugenia tiene la idea de abrir una suscripción popular, para que entre todas las mujeres de España se regale la bandera de combate al más moderno buque con que contaba entonces la nación, el acorazado  España, Máxima contribuye en 25 céntimos.

            Justo al terminar sus estudios escribe un extenso artículo en la “Gaceta de instrucción pública” dedicado a la infanta Paz de Borbón y su obra “el Pedagogium español”. Se trataba de una institución donde se recogían niños de la calle para darles educación. Máxima dice textualmente: “Expresamos nuestra gratitud a la Infanta, con frases que quizá no expresan nuestros sentimientos, porque cuanto más grande es lo que se siente, mas dificultad encontramos para expresarlo debidamente”. Y entre otras cosas más dice:Además nos dais grandes alientos al presentarnos en el porvenir el resultado de la educación que con tantas dificultades inician los amigos del progreso; es un panorama risueño: «en cada barrio de las grandes ciudades, en cada pueblo y en cada aldea habrá una escuela, sabrán los niños que desde seis años es tan obligatorio asistir á diario á las clases como ir á Misa los Domingos”


Paralelamente a su docencia también se dedica a dar conferencias, como la que aconteció  el 21 de marzo de 1914 en el Centro Instructivo Obrero de Madrid del que era antigua alumna y el tema a tratar fue: la mujer en la sociedad actual – sus derechos y deberes en la educación – medios que ha de valerse para hacer sentir su influencia.

Estando en ese último destino sigue estudiando para sacarse el título de Maestra superior lo cual consigue en 1916. Sigue en Lominchar hasta 1918, donde solicita traslado a Malagón (Ciudad Real) que le es concedido, también en una escuela nacional de niñas en calidad de auxiliaria. Del ayuntamiento de este último pueblo, tenemos una carta en la que la Inspectora del ramo le felicita por la buena calidad de la enseñanza que ha encontrado en esa escuela, diciendo además que se haga constar en su hoja de servicios. En los tres años que estuvo en este destino consigue tres ascensos, lo que le lleva un importante aumento de sueldo, ganando 5000 pesetas anuales en 1922.

Continúa con sus conferencias, en este caso las desarrolla en Malagón, en su propia escuela, la persona responsable de la presentación dijo de ella: “que no sabía si tenía más corazón que inteligencia o más inteligencia que corazón”. Ella en su exposición acentuó la importancia de la cultura, base y nervio de la organización educadora y que se debe propagar la enseñanza para eliminar el analfabetismo. Decía la prensa de la época que; se extendió con luminosas citas y disquisiciones tan profundas, que hizo de su conferencia, un volumen ejemplar de sabiduría impregnada de cálido misticismo.


En 1922 y por traslado toma posesión de la escuela nacional de niñas número dos de Colmenar de Oreja (Madrid), donde está solo unos meses pasando ya a trabajar en Madrid capital durante el resto de su vida laboral.

Al tomar posesión de su escuela en Madrid como no tenía local estaba allí donde las necesidades de la enseñanza lo exigieran, siempre en propiedad provisional y a efectos para su carrera, como si desempeñara su cargo para la escuela de su propiedad, para la que había sido designada, que era la “escuela de niñas nº 52 grupo C” situada en la calle Fúcar, nº 11. En un escrito suyo refiriéndose a esta movilidad hasta que le dieron su escuela dice: “todos estos cambios, en que servía a las necesidades de la enseñanza, a más del cumplimiento de mi deber, de no pasar un día sin trabajar, constituía, a juicio de la sección administrativa que me nombraba, un merito en mi carrera, por ser yo maestra propietaria y no por culpa que mi escuela careciera de local”.

Continuamente hacía cursos, en 1926 realizó el primero y segundo de Gimnasia en el Instituto San Isidro y  en 1927 hizo el de  Perfeccionamiento de labores así como el de Enseñanza de costura y labores artísticas utilizando para ellos la conocida máquina de coser marca Singer.

En 1928 contribuye con 21,30 pesetas para los damnificados por el incendio del Teatro Novedades que causó más de 60 muertos.

Un año después se desplaza a Loma de Castrejón (Palencia) pues una de sus alumnas va a tomar los hábitos de monja y ella va a ser su madrina. Desde la prensa local agradecen profundamente la labor protectora que Máxima ha hecho con su paisana.

También se dedico a dar clase a adultos, en la escuela de la calle Garcilaso nº 5 durante el curso de 1930 hasta 1933 y posteriormente en su propia escuela de 1933 a 1936.

En septiembre de 1936 ya empezada la guerra, ella envía un escrito al ministro de instrucción pública solicitando seguir en su puesto de trabajo. Entre otras cosas argumenta que no pertenece a ningún partido político, que ayudará a la República a luchar contra el movimiento faccioso, de la siguiente manera“… contribuyendo a las suscripciones que se me han presentado y recogiendo y dando enseñanza a los niños de la escuela establecida en el mismo edificio, cuyo maestro ha sido movilizado.” Como prueba de su lealtad a la republica dice textualmente:”tengo el testimonio favorable y los informes escritos en el libro de visitas por los inspectores de esta escuela”.


Durante la contienda apenas salió de su casa. En un libro de Pedro Corral publicado este año 2022 titulado “Vecinos de sangre: Historias de héroes, villanos y victimas en el Madrid de la guerra civil” aparece el testimonio de la portera del edificio donde vivía Máxima y hablando de ella refiriéndose al piso donde vivía dice: “se oficiaba la Santa Misa de cuando en cuando y se administraba el sacramento de la Sta. Comunión con bastante frecuencia siempre muy temprano; cosa que nos parecía muy bien y veíamos con alegría, y si nada dijimos fue para no alarmarles al creerse descubiertos, porque era casa muy perseguida en casi todo el tiempo del dominio Rojo”

En abril de 1939 una vez acabada la guerra civil, el nuevo gobierno le presenta una declaración jurada con veinte cuestiones sobre los años que estuvo trabajando para la República. En una de ellas le preguntaban “¿cómo suscribió las hojas que el gobierno rojo le hizo llenar para continuar en su puesto de trabajo? y ¿cómo rellenó el apartado que exigía se consignase la ayuda prestada a la República contra el movimiento Nacional?”, a lo que ella responde; “con una evasiva, eludía la respuesta apelando el testimonio de los inspectores. Yo reunía en mi clase un número excesivo de alumnos para alejarlos del peligro de la calle. Nunca he faltado a clase, asistía como “El gaitero de Gijón”.”

Se le insiste en denunciar a cualquier izquierdista que conozca, a lo que ella responde “mis ocupaciones profesionales me recluyeron en la escuela y en mi casa de tal manera que particularmente desconozco el personal de mi departamento. El maestro que regenta la otra escuela del mismo edificio es hombre de orden y muy cristiano”.

 También necesitó el aval de alguien, que la apoyara para trabajar con el nuevo gobierno. Esta persona se llamaba Mariano Rodríguez de Vergara militante de Falange y padre de un Capitán de artillería caído en la guerra. Él también explica que Máxima sufrió amarguras sin cuento, en especial por la pérdida de personas de su familia sobre todo por la de su hermano, Alfonso López Peces, abogado y director de correspondencia del Banco Hispano Americano  que fue asesinado por pertenecer a F.E.T. y de la J.O.N.S.  A través de este avalista consigue seguir trabajando, aunque de todas formas fue “depurada” y siguió con su empleo aunque estuvo un año sin cobrar.  


Meses después le animaron a denunciar a una inspectora de enseñanza que tuvo durante el gobierno Republicano a lo que ella contestó  literalmente: “en lo que a mí se refiere no sufrí persecución por parte de dicha inspectora que sin duda conocía mis ideales religiosos, por lo demás ignoro, fuera del caso expuesto, la actuación que tuvo en otras situaciones”.

Durante la época posterior a la Guerra Civil siguió dando clase, pero debía de seguir unas normas estrictas en su forma de actuar, estas normas le llegaban por correo. En de julio de 1943, le reprendía la inspectora por no haber hecho al pie de la letra lo que le ordenaban. Y terminaba diciendo textualmente: “Lamento que haya dado esa nota de indisciplina y desobediencia  y espero no se repita”.

En junio de 1959 aun estaba en activo ya que existe una carta dirigida a ella como directora del colegio comunicándole que se iba a celebrar allí el examen de obtención de estudios primarios, tenía por entonces 67 años.

Cuando definitivamente se jubiló vino a Sonseca al actual nº 9 de la calle del Cid, allí se trajo su biblioteca, que era extensa, y todos sus documentos sin los cuales hubiera sido imposible escribir este artículo. Vivió sola hasta su fallecimiento en 1971.  Se conoce la anécdota que cuenta que una vecina preocupada por ella pasaba cada día por su ventana para escuchar el reloj, al tener que darle cuerda cada día, en el momento que dejara de oírse, significaba que algo grave había pasado